Hace más de un año que el Instituto de Estadísticas y Censos (Indec) no publica los índices de pobreza del país. Su director, Norberto Itzcovich, publicó una columna de opinión titulada «La verdad sobre las mediciones de la pobreza» en defensa de la decisión.
«No resulta fácil definir (si se es intelectualmente honesto) qué es la pobreza o cuándo una persona o un hogar es pobre o no lo es», argumentó.
Ya la semana pasada, el ministro Axel Kicillof había reconocido que el Gobierno «no tiene el número de pobres», pero negó cualquier tipo de manipulación de los datos estadísticos. «Mirá si vamos a ocultar a los pobres…» dijo.
A continuación, la columna completa de Norberto Itzcovich:
¿Cuántos pobres hay en la Argentina? Si la pregunta tiene intencionalidad política, como lo expresan la oposición al Gobierno nacional y sus usinas «científicas», como las consultoras o el Observatorio Social de la UCA, la respuesta puede rozar el ridículo y sostener que hay un 25%, un 35% o un 50% de pobres, en una situación igual o peor que la del año 2001.
Si se intenta una respuesta seria uno podría adicionalmente preguntarse: si se entiende por pobre a la población que vive en una situación estructural de vivienda deficitaria por no contar con paredes y piso de material, la respuesta es: esa información se encuentra publicada por el Indec.
En cambio, si se considera pobre a la población que vive en situación de hacinamiento (más de 3 personas por habitación), esa información también se encuentra publicada en la página web del Indec.
También podrían considerarse pobres aquellos hogares integrados por adultos mayores con determinadas carencias. Nuevamente esa información la cuenta y publica el Indec. U hogares donde la prevalencia del consumo de algunas drogas es mayor a un estándar predeterminado. Adivinen la respuesta.
Será considerado pobre aquel hogar cuyo jefe no tiene un trabajo formal o que está subocupado o no tiene los estudios primarios completos o tiene el secundario incompleto. Si se acepta esta definición, pueden tomarse las cifras que publica el Indec al respecto para realizar el análisis que se desea.
Alguien podría pensar, tal vez, que pobres son los niños y adolescentes que deja marginados la brecha digital. Entonces la política del Plan Conectar Igualdad vino a paliar esta situación, democratizando el acceso a la tecnología.
Puede ser que alguien considere pobre a una familia cuyos ingresos no superan determinado monto. Alguien puede considerarse pobre si no le alcanza su ingreso para pagar la cuota del 0 kilómetro (así mide la UCA), mientras otro lo es si no pueden adquirir una cantidad determinada de alimentos (o calorías) diaria, semanal o mensual. También podría calcularse la «pobreza relativa», tal como se hace con los países de la Unión Europea. Cualquiera sea el numerados que se quisiera tomar, a elección del analista, el denominador constituye una información que publica periódicamente el Indec.
En este sentido, el Banco Mundial realiza diversos cálculos de pobreza tomando, en algunos de ellos, estimaciones sin corregir ingresos y utiliza como línea de pobreza u$s4 por día y u$s2,5 por día como línea de indigencia según paridad del poder adquisitivo. ¿Entonces la pobreza estaría ligada a la fluctuación diaria del tipo de cambio, y el día que se devalúa la moneda hay más pobres y el que se revalúa deja de haberlos?
Cabe citar un párrafo del trabajo elaborado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID): «Do we know how much poverty there is?» (¿Sabemos cuánta pobreza hay?): «Si la experimentamos con todas las combinaciones posibles en lugar de probar la sensibilidad de una de estas opciones a la vez (se refiere a diferentes opciones estadísticas), terminaríamos con una lista de 6.000 posibilidades por índice de pobreza. Para propósitos prácticos, es evidentemente imposible producir 6.000 estadísticas de pobreza cada vez que uno trata de responder a la pregunta de cuánta pobreza hay… Por lo tanto, la implicación principal para el análisis no es que hay 6.000 respuestas. Por el contrario, creemos que la conclusión es que a fin de hacer la estimación de la pobreza significativa, es necesario proporcionar una cuenta completa y explícita de las opciones metodológicas y sus supuestos».
Como se infiere, no resulta fácil definir (si se es intelectualmente honesto) qué es la pobreza o cuándo una persona o un hogar es pobre o no lo es. Es una discusión que se da a nivel internacional permanentemente, desde hace años.
En los años 90 comenzó a pedirse la pobreza en la Argentina por ingreso de los hogares y en base al valor teórico de una canasta de bienes de 1985, según la metodología de J.J Llach que obviamente no tenía en cuenta la educación ni las condiciones de viviendas, ni la infraestructura, porque se deterioraban rápidamente. Cabe mencionar que en materia de mediciones estadísticas la variable de ingreso es de las más difíciles de medir, en la Argentina y en todo el mundo.
En aquella década, la medición servía para que los cuentistas sociales justificaran sus ingresos mediante la realización de infinidad de artículos, análisis y consultorías. Los gobiernos de entonces (aconsejados por los economistas y consultores de siempre) no tuvieron jamás en cuenta las necesidades de los sectores más vulnerables de la población.
Cabe acotar que, a pesar de que en esa época algunos no mostraban la misma preocupación que ahora por el tema, esta medición nunca se realizó para el total de la población. Hasta el año 2000 se contaba con información sólo para el Gran Buenos Aires, en tanto posteriormente se medía en 31 aglomerados, con el agravante de que si se quería saber cuántos pobres había, por ejemplo, en el partido de La Matanza, eso era imposible. La información no estaba desagregada.
Actualmente, gracias a una gestión estatal eficiente, se cuenta con información detallada, a nivel individual y de hogares, sobre las necesidades de la población. Esta información de registro permite tanto el desarrollo de políticas focalizadas (destinadas a pequeños grupos de población con determinadas especificidades) como masivas. La implementación de la Asignación Universal por Hijo, las políticas de inclusión dirigidas a estudiantes, embarazadas y demás sectores vulnerables, la tarjeta SUBE, entre muchas otras medidas, permiten al Estado, a su vez, contar con más información y a la vez implementar otros programas de inclusión, como la incorporación de millones de jubilados al sistema previsional, los aumentos inéditos en América Latina del salario mínimo, vital y móvil, los incrementos de las asignaciones, el plan Pro.Cre.Ar, etc., etc., etc.
Es decir, que mientras en los 90 se contaba con información estadística de dudosa elaboración y socialmente inútil, este Gobierno ha desarrollado mecanismos de registro que permitieron implementar en tiempo récord políticas de inclusión destinadas a millones de personas.
Aun con sus falencias metodológicas, tomando los aglomerados urbanos donde se medía la pobreza por insuficiencia de ingresos, en el primer semestre del año 2003 (28 aglomerados) la incidencia de la pobreza alcanzaba el 54% de la población, equivalente a 12.510.000 personas aproximadamente. Para el segundo semestre de 2013, ese guarismo bajó sustancialmente, hasta el 4,7%, representando a 1.189.000 personas. Los números hablan por sí solos y refutan cualquier apreciación en contrario. Sólo hace falta un poco de memoria.
Por todas esas razones resulta inaudito, mentiroso y malintencionado acusar al Gobierno que -desde el primer peronismo- más y mejores políticas implementó a favor del pueblo ](sí, del pueblo como colectivo social, no de la gente como suma de individuos inconexos) de no generar indicadores creíbles y en consecuencia no poder implementar políticas sociales. Nada más falaz.
Tal vez haya que buscar el ensañamiento del establishment por el lado de la distribución del ingreso. Millones de nuevos perceptores de ingresos, libre funcionamiento de paritarias, aumento bianual por ley de las jubilaciones, entre otras medidas, permitieron a los trabajadores asalariados que participaban de poco más del 30% del PBI en los años 80 y 90, (uno de los principales «objetivos logrados» por la dictadura) elevar esa participación (más allá de coyunturales variaciones) superando el 50% de participación de los trabajadores en el PBI en 2013. Este dato es irrefutable. El proyecto político de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner lo posibilitó. Eso no lo perdonan.