“Le propuse a Macri jugar de arquera en los fulbitos de la Quinta de Olivos”

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“Le propuse a Macri jugar de arquera en los fulbitos de la Quinta de Olivos”

Susana Malcorra. Ingeniera, canciller del Gobierno, ex jefa de Gabinete en la ONU

Panorámica. La ministra en su despacho del piso 13 de la Cancillería, el mismo que usó Guido Di Tella, uno de sus antecesores en el cargo, en tiempos de Menem. DAVID FERNADEZ.

Panorámica. La ministra en su despacho del piso 13 de la Cancillería, el mismo que usó Guido Di Tella, uno de sus antecesores en el cargo, en tiempos de Menem. DAVID FERNADEZ.


-Al comienzo de la gestión usted hizo un planteo para que las mujeres del Gabinete fueran incluidas en los picaditos de Olivos, ¿verdad?

(Risas) En realidad, más que hacer un planteo hice una queja formal, porque los fulbitos de Olivos no nos incluyen. Hubo todo tipo de reacciones, empezando por de qué íbamos a jugar, y yo dije que podría hacer de arquera. No me imagino que me vieran con mucha capacidad para hacer otra cosa, como chiste. Así que es una muestra del club de los muchachos que hay en la Quinta de Olivos.

-No tuvo muy buena acogida la moción…

-No sé si no tuvo buena; no tuvo… (risas)

-Son pocas mujeres en el Gabinete…

– En las reuniones de Gabinete al menos hay tres ministras y la vicepresidenta.

-¿Diría que es un tema pendiente la cuestión de género en el poder?

-Siempre digo que un gabinete del siglo XXI, un gobierno del siglo XXI, no puede no tener una representación de la sociedad en toda su amplitud, y eso empieza por el género. A mí me parece que el Presidente es sensible al tema. Con la violencia de género ha lanzado un programa y ha puesto foco en la cuestión, pero me parece que hay que seguir alentando que se haga.

Susana Malcorra, ministra de Relaciones Exteriores, en la entrevista con Clarín. DAVID FERNANDEZ.

-Hablando de género, se cuestionó, más allá del abierto apoyo a Hillary Clinton en las elecciones de EE.UU., el telegrama posterior, lamentando que no hubiera llegado a la Casa Blanca. ¿Fue un error, se arrepiente?

-Visto en retrospectiva, lo haría distinto por ahí. Pero hay momentos en que pienso que es al contrario, la retrospectiva me hace sólo reconfirmar. Por ahí la redacción no es tan explícita como yo lo hubiera querido y a lo mejor eso se prestó a error. Pero mi tema no era Hillary sino una mujer en la Casa Blanca, de la misma forma que sentí qué pena que no haya una mujer en la ONU.

-¿Usted cree que en su postulación a la Secretaría General de las Naciones Unidas lo que le jugó en contra fue el género?

-No, no necesariamente. Creo que hubo una decisión geopolítica de empujar a alguien de Europa muy fuerte. Lo que sí creo es que las mujeres en general tuvieron una performance, en comparación con los hombres, siempre penalizada. Y a mí me parece que cuando uno mira el grupo de mujeres que se presentó para la Secretaría General y el grupo de hombres, no hay ningún elemento que muestre que hay una diferencia tal entre unos y otros. Hay mujeres como Helen Clark, una ex primera ministra, mujeres que han manejado cosas importantísimas en Naciones Unidas, contra algunos hombres que no habían hecho nada de eso. Así que sí, algo de género hubo.

-Con tanta tarea, su vida familiar es al menos curiosa, porque se diría que está casada y separada al mismo tiempo…

-A control remoto… Mi marido y yo vamos a cumplir 39 años de casados en enero. Mi marido (Torcuato Battaglia, ingeniero civil especializado en cuestiones satelitales) me acompañó mucho. Siempre digo que soy lo que soy, en parte, porque tuve un compañero que me bancó mucho. La última decisión fue acompañarme a Roma cuando yo empecé en la ONU un programa de alimentos. El dejó todo acá, y cuando llegó a Italia empezó a trabajar en una empresa. Cuando a mí me trasladaron a Nueva York, él vino conmigo, pero después la compañía había comprado una empresa en España, lo necesitaban de vuelta y ahora está en Madrid. La vida no es fácil, es muy duro, en particular en algunos momentos.

-Algunos dirán que es la mejor manera de mantener un matrimonio. ¿Cada cuánto se ven?

-Ahora hace un mes y medio, y nos veremos en las Fiestas. Tenemos una rutina. Todas las mañanas, lo primero que hago, mientras desayuno, es conversar con él por Skype o WhatsApp, y lo mismo a la tarde, en el cierre del día en Europa. Estamos muy en línea, consultándonos todo. Y los fines de semana también, pero es muy difícil.

Susana Malcorra, en su despacho, con obras de Berni, Lucio Fontana y Xul Solar, entre otras.

– Usted tiene un hijo (Torcuato, 32 años, vive en Madrid y no quiere que su madre hable de él) y siempre tuvo muchas responsabilidades ejecutivas, en IBM, en Telecom. ¿Cómo concilió familia y trabajo?

-No fue fácil. Tuve dos personas en casa, mi madre, que vivía al lado, y una gran disponibilidad de mi marido, con el que nos turnábamos, nunca faltábamos a una reunión de padres. Era claro que los padres estaban presentes, uno u otro. Pero siempre recuerdo un caso. Mi hijo había empezado la secundaria y tenía francés. Un día me dice que tiene un examen, y que quería que repasara con él. Ese día se me complicó y llegué tarde. Estaba súper enojado conmigo. Entonces, para tratar de relajar un poco las cosas le dije, “mirá, lo voy a pensar, pero por ahí dejo de trabajar”. Me miró con cara de pánico, tenía 13 ó 14 años, y me dijo: “Mirá mamá, lo único que quiero es que estés cuando te lo pido, pero después trabajá, porque si no nos vas a volver locos a todos”.

-Se va a cumplir un año de gestión. ¿Algún problema de esos que quitan el sueño?

-Hubo algunos momentos difíciles, sí. Para mí fue el trasladarme de la complejidad de las Naciones Unidas a la complejidad de la Cancillería y más que eso, a la de integrar un gobierno, ser parte de la gestión de un gobierno e insertarme en una Argentina que era muy distinta a la que había dejado trece años antes. Hubo un momento en que el aprender la realidad y los códigos me causó estrés…

-De ese paquete, ¿qué le costó más?

-Un tema al cual hubo que adaptarse es al manejo de la prensa. Una cosa que me costó muchísimo son los enormes planteos antinómicos. Vos estás tratando de explicar por qué estás haciendo algo y es “ah, es en contra de…” Y no, no es en contra de… la razón es ésta. Los argentinos estamos muy inmersos en esta cultura de la confrontación, eso me ha costado muchísimo.

-Se está hablando de internas, desplazamientos y enfrentamientos en Cancillería. ¿Qué le pasa con eso?

-Ah, me molesta enormemente. Primero, porque no es cierto. Estoy revisando la estructura de la Cancillería, después de un año de trabajo y de recorrido, con una perspectiva más clara de lo que vamos a hacer. Voy a hacer ajustes de estructura, y habrá algunos cambios de nombre. La primera cosa que me molesta es que se discutan nombres cuando las cosas no están cerradas. Los nombres involucran a personas, a las familias de esas personas, y me parece que el respeto por el otro es básico. Aparte, algunos de los nombres que se mencionan tampoco son ciertos.

-¿Puede haber gente molesta con ciertos cambios y es la que “filtra” nombres?

-Ah, sin duda puede ser, y he tenido una conversación con el grupo directivo de la Cancillería diciendo que tenemos que ser muy conscientes, cuidadosos y proteger la institución. Si hay diferencias de opiniones, las tenemos que dirimir entre nosotros.

-Diplomáticamente…

(Risas) O no, pero entre nosotros.

-¿Cómo lo ve al Papa?

-Al Papa yo no lo conocía, yo no conocí a Bergoglio. Porque cuando él pasó a tener peso en Argentina, yo ya no estaba acá. Yo conocí al Papa desde las Naciones Unidas, lo cual me da una perspectiva muy distinta. El impacto que tuvo el Papa en el mundo, y en interesarse en agendas importantes del mundo, tuvo un impacto en Naciones Unidas muy grande. Creo que es la vez en la cual el vínculo entre la Iglesia Católica y las Naciones Unidas ha sido el más cercano. El trabajo que hizo el Papa desde la Iglesia con su encíclica Laudato sí fue realmente fundamental porque sirvió, en momentos en los cuales era muy difícil llegar a un consenso, para arriar mucha gente. Yo organicé la visita del Papa a Naciones Unidas el día que se adoptaba la agenda 2030, del desarrollo sustentable. El habló de la agenda, y a mí me generó muchísima valoración y respeto. Después llegué a la Argentina y descubrí la perspectiva del papa Bergoglio, que es algo que la gente no entiende, el Papa no es más Bergoglio. El Papa interviene en el mundo, y tiene una intervención que tiene un sesgo político en el mundo.

-Pero el Papa es argentino, qué le vamos a hacer.

-Yo creo que tenemos que distanciarnos un poquitito de esa apropiación que tenemos del Papa.

-¿Usted cree que el Papa se distancia lo suficiente?

-Bueno, yo no puedo juzgar eso. Porque, aparte, yo no sé cuánto es el Papa y cuánto es gente que se proclama representarlo.

-Malcorra, ¿de dónde surgió esta mujer que hoy es canciller?

-Bueno, primero, soy hija única, creo que eso es determinante en lo que soy.

Susana Malcorra, en su lugar de trabajo diario. DAVID FERNANDEZ.

-¿Por qué?

-Porque cuando sos hija única, ubicate vos en la época (nació en 1954), tus padres ponen en vos todas sus expectativas. Yo iba a ser profesional, estaba fuera de cuestión, yo fui la primera profesional de mi familia. Profesional e iba a tener una familia. Siempre hubo una apuesta enorme a que yo estudiara, a que me formara. Ellos vivían para que yo me desarrollase, era su gran obsesión, “m’hijo el dotor”, digamos. Estudié en el colegio religioso Santísimo Rosario, el del barrio Saladillo, de Rosario, donde nací -un barrio medio, medio-, que me dio una formación extraordinaria. A los 16 años me fui becada a Missouri (Estados Unidos) para hacer el último año de secundaria.

-¿Cuándo surgió la vocación por la ingeniería?

-A mí siempre me gustaron las ciencias exactas y en EE.UU. hice física y análisis matemático. Gané una beca para estudiar física allá, pero había hecho un pacto con mis padres y volví, con la idea de estudiar física nuclear en el Balseiro, para lo que tenía que estudiar alguna carrera de ciencias. Empecé así ingeniería, y decidí terminarla. Mi papá murió muy joven, cuando terminaba mi primer año de facultad. Ahí tuve que salir a trabajar, porque no teníamos reservas. Desde segundo año estudié y trabajé toda la carrera.

-Y ese puntapié inicial nos trae hasta este presente, con logros, responsabilidades y mucho trabajo. ¿Qué cosas disfruta en los ratos en que no trabaja?

-Leo, trabajo mucho aun los fines de semana, miro cosas en Netflix y me encuentro con amigos. Alguna de las cosas que más disfruto en la vida es estar con gente con la cual soy Susana Malcorra, nada más.

La chica que enamoró a su marido trepada a una mesa

Dice que su marido recuerda perfectamente la primera vez que la vio. Delegada estudiantil, estaba subida a una mesa en medio de una asamblea en la Universidad de Rosario, donde ambos cursaban Ingeniería: era el recurso al que apelaba para no quedar perdida en medio de un mar de hombres. No cuesta nada reconocer, en esta ministra, a aquella chica de la que se enamoró Torcuato Battaglia. De familia peronista él, radical ella, esto no fue obstáculo en su historia de amor. Es más: “Mi suegro siempre creyó – dirá Susana Malcorra hoy- que yo lo había persuadido a mi marido de ser radical, pero la cosa fue al revés . Porque en 1983, el primero que se afilió fue él y después yo. Quisimos votar en la interna por Alfonsín. Después tampoco es que militamos, pero para mí el radicalismo representaba y representa, un tema de institucionalidad, de respeto a las instituciones, que para mí es muy importante y me parece que es uno de los grandes temas pendientes de la Argentina”. Canciller del gobierno de Cambiemos, después de haberle aclarado a Macri que no lo haría desde una óptica partidaria, ha debido modificar algunas de las rutinas que tenía en Nueva York: “Hacía yoga dos veces por semana y caminaba una cantidad de cuadras por día, cosa que acá es muy difícil. Esa rutina que he perdido me ha pagado con algunos kilos este año”. Para remediarlo está ahora con un nutricionista. Sus vecinos (alquila un departamento amueblado sobre Posadas, a cinco cuadras de la Cancillería) se sorprenden aún cuando la ven volver del supermercado cargando sus propias bolsas. El ajetreo del cargo obliga a organizarse: una persona la ayuda en las tareas de la casa dos veces por semana, va a una peluquería a la vuelta de la oficina (“El día de la jura – nadie me conocía pero de alguna manera se enteraron – el señor, muy amable, me regaló el brushing”) y suele comprar la ropa, una vez por año, en Nueva York, eligiendo la que no se arrugue y tenga ciertas características “porque siempre estoy pensando en la valija”. De Rosario conserva su mejor amiga, desde primer grado, y amigas del barrio, que se han ido sumando a las que hoy tiene en Buenos Aires y alrededor del mundo. Aquella jovencita que daba clases a la noche en un sindicato, en plena zona roja de Rosario, con los libros apretados contra el pecho para que nadie la confundiera (“Aún así me confundían, porque decían ‘esta chica hace de alumna”) jamás hubiera imaginado mucho de todo lo que después haría, como el cargo que hoy ocupa. Convencida de que en la vida hay que aceptar tomar el tren cuando llega, aconseja a los jóvenes- filosofía curiosa para una ingeniera- no planificar tanto todo. Sabe de qué habla.​

ITINERARIO

Susana Mabel Malcorra nació el 18 de noviembre de 1954 en Rosario, Santa Fe. Allí se recibió de ingeniera electrónica, única mujer de su camada. Se desempeñó en IBM y llegó a directora general de Telecom Argentina. En 2004 inició su camino en la ONU: fue directora ejecutiva adjunta del Programa Mundial de Alimentos, titular del Departamento de Apoyo a las Actividades sobre el Terreno y jefa de Gabinete del secretario general. El 10 de diciembre de 2015 asumió como ministra de Relaciones Exteriores y Culto de la Argentina. Está casada con Torcuato Battaglia y tiene un hijo, Torcuato, de 32 años.

Al toque

Un proyecto: Avanzar sobre algunas de las cuestiones de género en el conflicto.

Un desafío: Tener más tiempo para mí y para mi familia.

Un líder de hoy: El Papa.

Un prócer: San Martín y un prócer/ líder, Mandela.

Un sueño: Estar en una isla en el Caribe.

Un recuerdo: Mi padre.

Qué sociedad admira: Una mezcla de nórdico con italiano y una pizca de los orientales (japoneses, coreanos).

Qué persona admira: Mi marido.

Una comida: El asadito.

Una bebida: Champagne.

Un placer: Ir al cine.

Un libro: Rayuela, de Julio Cortázar.

Una película: El Padrino.

Una serie: The killing (la original, danesa).

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Source: Nacionales

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