El triunfo de Trump le da aire a la derecha italiana

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El triunfo de Trump le da aire a la derecha italiana

Auge de movimientos xenófobos y antisistema en europa

El 4 de diciembre habrá un referéndum para modificar la Carta Magna. Y el premier Renzi puede perder.

El primer ministro italiano, Matteo Renzi. REUTERS

El primer ministro italiano, Matteo Renzi. REUTERS


Muchos han hecho grandes esfuerzos en estos días de estrés político mundial por dar vida a un monstruo llamado “Frankestrump” y mostrar cómo existe en la realidad; y cuáles son los peligros (o los beneficios) del trumpismo a la italiana. La operación se ha desplegado en los medios de comunicación y en el debate político. Sin duda, la era de Donald Trump en EE.UU. puede ejercer notables influencias en la realidad y los destinos de la península. Pero el mensaje se hace confuso en cuanto a presuntos herederos del fenómeno en la dimensión italiana. Y no es que falten candidatos.

Italia está desde hace un tiempo zambulléndose en un intríngulis que domina con gran fatiga su vida política: el referéndum de cambios constitucionales que se votará el 4 de diciembre. Los más de 40 millones de italianos llamados a votar por “sí” o por “no” a las reformas entienden muy poco el contenido de la pregunta que figura en la papeleta.

La demanda más importante es si quieren o no liquidar el sistema bicameral actual y dar vida a un Senado con poderes mucho más raquíticos, con cien senadores sin sueldo que no serán elegidos por voto popular sino que provendrán de las regiones y entes locales. La Cámara de Diputados será la que tome las decisiones de fondo y elija o mande a casa al primer ministro y a su gobierno.

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Voto clave. El primer ministro Matteo Renzi, el domingo, en un conocido programa de la TV italiana. ANSA

La elección de Trump cayó de golpe en el escenario de la tragicomedia italiana y se entremezcló con el voto referendario, enardeciendo rabias y miedos. El ambiente estaba preparado porque los sondeos informan que el “no” va adelante (40% a 37% del “sí”, con un alto porcentaje de indecisos). Si la reforma constitucional fuera rechazada, el primer ministro Matteo Renzi podría renunciar y los equilibrios políticos sufrirían una hecatombe.

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Matteo Salvini, actual jefe de la Liga Norte que fue de Umberto Bossi —quien quería la secesión septentrional de la Italia de la “Roma ladrona” y los “terrones” del sur—tiene distintas ideas que las del Umberto, ahora viejo y enfermo. Más tenebrosas. No le interesa la separación: hasta quiere llamar Liga Nacional a la Liga Norte. No es Roma sino Bruselas, el gran enemigo, porque es sede de la Unión Europea. Como los líderes neofascistas, ultranacionalistas e “identitarios” de las derechas que pululan cada día más en el Viejo Continente, Salvini se identifica con la líder de la derecha extrema francesa, Marine Le Pen, que en las elecciones del próximo año podría llegar al balotaje en los comicios presidenciales.

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Cuando floreció el fenómeno Trump en EE.UU., Salvini apareció en la convención republicana y se fotografió junto a Donald. Lástima que el nuevo presidente dijo después que no sabía quién era.

Salvini cree que Trump le da la oportunidad de defender los mismos eslóganes. Exclusión sin piedad de los pobres inmigrantes, trabajo para los italianos que pierden los empleos por la deslocalización de las empresas locales que se van a otros países. Ni hablar de la Unión Europea, de la cual Italia es uno de sus seis fundadores y que nació en Roma en 1957. La moneda única, “el euro, está muerto”. “Debemos retomar el control de nuestro sistema monetario”. Y también “de nuestra independencia nacional”, hoy en manos de Bruselas.

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El líder de la Liga acaba de plantear su candidatura a primer ministro, que se hará efectiva no bien el premier Renzi sucumba en el referendum del 4 de diciembre y se vea obligado a renunciar. Pero el problema de Salvini es que las derechas italianas son una bolsa de gatos. Silvio Berlusconi, el anciano líder de 80 años, ya le dijo que no. “Nosotros somos populares, no populistas”.

Tanto en Forza Italia como en la misma Liga Norte y en otras fuerzas derechistas, los objetivos se chocan como los autitos en los parques de diversiones. Berlusconi votará “no”, pero quiere que Renzi no abandone el gobierno al menos durante seis meses para hacer una nueva ley electoral. Los sondeos demuestran que Forza Italia y la Liga Norte oscilan con solo un 10-12% cada una del espectro electoral.

Salvini teme, con razón, que Berlusconi busque aliarse con Renzi, como ya lo hizo una vez. En realidad, en Italia el partido antisistema existe desde hace unos años y es el Movimiento 5 Estrellas del comediante Beppe Grillo, que según las encuestas disputa el primer lugar al Partido Democrático de Renzi, con un 30% del electorado.

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Italia es un país estancado, que hace quince años que no crece. Como en EE.UU. y en muchas otras partes, el largo período de esta crisis mundial está elevando la rabia y la depresión de enormes sectores de la población marginados y excluidos. La decadencia de las clases medias los acompañan y ya se ha visto cómo la sorpresa del Brexit en Gran Bretaña o la victoria de Trump está dando vida a una nueva era que empeorará nuestro futuro.

Las políticas de Trump en Europa, sus proyectos económicos proteccionistas, su tentación de disminuir el rol de la OTAN, la alianza militar occidental, harán blancos directos en la realidad italiana. Se verá entonces si Frankestrump se pone a caminar por el Viejo Continente.


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