La historia de Carniceros, la tapa sangrienta y prohibida de los Beatles

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«Mi idea original para la tapa era decapitar a Paul», bromeó alguna vez John Lennon al referirse a Yesterday and Today, una colección de 1966 de temas de los Beatles reunidos para el mercado norteamericano. Más allá de las bromas, este concepto es casi tibio si se lo compara con la foto que finalmente adornó el disco cuando salió en junio de ese año. Los fans que buscaban «Yesterday», el éxito agresivamente inofensivo que se menciona en el título, se sorprendieron al encontrar un tableau grotesco con el grupo, con delantales de carniceros, riéndose disimuladamente como colegiales pícaros (incluso asesinos), cubiertos de pedazos de carne cruda y partes de muñecos quemadas con cigarrillos. Lennon podría haber descuartizado a sus compañeros y habría despertado menos indignación.

Medio siglo después, la imagen de unos Fab Four alegres posando como si hubieran asesinado a un bebé sigue siendo tremendamente bizarra. Aunque la tapa fue inmediatamente retirada, el mero hecho de haber sido producida es un testimonio del estatuto sin precedentes del que gozaba la banda. En 1966 no podías mostrar ni una tapa de inodoro en la tapa de un disco, y pasarían diez años hasta que los punks se acercaran a este nivel de provocación pública. Pero ahí estaban los Beatles, contentos con su carnicería.

La llamada tapa «carniceros» transformó un disco que de otro modo habría sido ordinario en una infamia rockera, y ocasionó lo que George Harrison alguna vez llamó «el coleccionable más famoso de los Beatles», con un valor de decenas -y a veces cientos- de miles de dólares. Aún así, la tapa sigue siendo uno de los capítulos menos comprendidos en la historia de la banda. ¿Era un comentario sobre la Guerra de Vietnam? ¿Una protesta contra la compañía discográfica? ¿Un truco publicitario? ¿Una broma inmadura por parte de estrellas de rock aburridas? La verdad es más compleja.

La imagen fue una invención de Robert Whitaker, un fotógrafo australiano de 26 años cuyo humor negro y su afición por lo surreal lo transformaron en uno de los camarógrafos preferidos de la banda. Responsable de algunas de las imágenes más sorprendentes del grupo, Whitaker recibió muchos elogios por su retrato extravagante de John Lennon en 1965, en el que posaba con una flor sobre el ojo. Inspirada en el mito griego de Narciso, y en una cita de Eurípides, la imagen capturaba bellamente las sensibilidades idiosincrásicas de los Beatles.

Cuando el grupo llegó a su estudio en Chelsea, el barrio hip de Londres, el 25 de marzo de 1966, el ilustrado Whitaker tenía un concepto más ambicioso en mente. «Estaba harto de hacer fotos limpísimas de los Beatles, y pensé en revolucionar lo que son los ídolos de pop», le dijo al escritor Jon Savage. Habiendo presenciado el carácter bíblico de la adulación que despertaban los Beatles, por ejemplo en el concierto en el Shea Stadium, que batió récords, Whitaker tuvo la inspiración de crear una serie de fotos satíricas que se refirieran al nivel absurdo de su fama, y les recordara a los fans que estas deidades del rock eran de carne y hueso. «Había visto por todo el mundo a la gente adorar a los cuatro Beatles como si fueran dioses», explicó. «Para mí, eran gente estándar, normal. Pero esta emoción que los fans derramaban sobre ellos me hacía preguntar hacia dónde se dirigía el cristianismo.»

Su obra iba a ser un tríptico, retocado y manipulado para parecer un ícono religioso ruso. Influenciado por Un perro andaluz, la película en colaboración de Salvador Dalí y Luis Buñuel, la obra del artista conceptual Meret Oppenheim y los ensambles de muñecas del libro Die Puppe, de Hans Bellmer, Whitaker también se inspiró en imágenes que le aparecían sueños. La obra alucinatoria se llamaría «Una aventura sonámbula».

Claramente, no se trataría de una sesión común y corriente, pero los Beatles no podrían haber estado mejor. Las fotos de Whitaker serían la primera aparición pública del cuarteto desde su último concierto británico en diciembre de 1965. Los primeros meses de 1966 habían sido destinados a rodar su tercera película, pero cuando no lograron materializar un guión, se encontraron con el primer bloque de tiempo libre desde haber alcanzado el estrellato mundial. El resultado fue un crecimiento intelectual, puesto que los cuatro se dedicaron a intereses individuales, y devoraron libros, obras de teatro, pinturas, música y todo lo que hubiera disponible en la incipiente contracultura londinense.

Como Whitaker, Lennon estaba fascinado con el rol de la religión en el mundo moderno. «El cristianismo desaparecerá», le había dicho célebremente a Maureen Cleave, del Evening Standard. «Se va a encoger hasta desaparecer. Ahora somos más famosos que Jesús; no sé quién va a desaparecer primero -la religión o el rock & roll.» La cita se multiplicaría hasta volverse un escándalo fatal cuando fue republicada en los Estados Unidos ese mismo verano, pero los Beatles entraron al estudio de Whitaker, el 25 de marzo, llenos de confianza y un fuerte deseo de satisfacer su apetito de experimentación.

Una interpretación irreverente de la iconografía religiosa sin dudas sería una buena estrategia comercial para la banda, pero fue la extraordinaria utilería lo que atrajo su período de atención famosamente corto. Salchichas, dientes falsos, pedazos de cerdo crudo, ojos de vidrio, martillos, clavos, delantales, una jaula, la cabeza de un cerdo y pedazos de muñecas estaban desperdigados como en un mercado de las pulgas secreto.

«Habíamos hecho un par de sesiones con Whitaker antes de esta, y él conocía nuestras personalidades», recordó Paul McCartney en una entrevista para The Beatles Anthology. «Sabía que nos gustaba el humor negro, y los chistes pesados. Así que dijo: ‘Tengo una idea: pónganse estos delantales’. No nos pareció ofensivo. Eran solamente pedazos de muñecos y un montón de carne. No sé lo que estaba tratando de decir, pero parecía un poco más original que las cosas que el resto de la gente nos hacía hacer.»

George Harrison fue menos magnánimo en su evaluación: «Me pareció desagradable, y también estúpido. A veces hacíamos cosas estúpidas, pensando que era cool o hip cuando en realidad era ingenuo y tonto, y esta fue una de esas veces. Pero bueno: fue uno de esos casos en los que nos ponían en una situación en las que estábamos obligados, como unidad, a cooperar. Así que nos pusimos los uniformes de carniceros para la foto.»

Sólo Whitaker sabía cómo sería exactamente el tríptico, y antes de su muerte en 2011 ofreció diferentes explicaciones. La primera imagen, que se suponía que sería la tapa de uno de los desplegables, tenía una mujer dándole la espalda a la cámara, arrodillada frente a los Fab Four, quienes estaban de pie sujetando una tira de salchichas. Según Whitaker, esto representaba el «nacimiento» de los Beatles, humanos como todo el mundo. «Las salchichas eran el cordón umbilical», dijo en un perfil de 2004 en Mojo. «Y luego esa imagen iba a estar incrustada en la panza de una mujer embarazada, y luego iba a haber una ilustración de un pecho con un pezón y un vientre gigante, y los cuatro Beatles acostados en su panza conectados a un cordón umbilical.»

La segunda imagen, la famosa toma de «carnicería», transmitía la idea de que los Beatles corrían el riesgo de ser desmembrados -tanto física como psíquicamente- por su fama. «Iba a haber un cuadrado de seis centímetros en el centro de un libro de un doce pulgadas», le dijo Whitaker a Mojo acerca de la foto. «Alrededor de las cabezas iban a tener unas aureolas plateadas con piedras preciosas, y el resto iba a ser como un ícono ruso -plateado y dorado, como si yo los canonizara y los pusiera en una iglesia. La carne representaba a los fans, y los dientes falsos y los ojos falsos eran la falsedad de representar a una imagen divina como un becerro de oro.»

La tercera imagen lo muestra a George Harrison martillando un clavo en la cabeza de un John Lennon alegre. A diferencia de la ilusión de la fama, los músicos eran reales y fuertes como un pedazo de madera. «John iba a tener una pátina transparente de madera en la cara, como para que pareciera un bloque de madera», recordó más tarde Whitaker. «También iba a haber un horizonte, con agua en lugar del cielo, y cielo en lugar del agua.»

A pesar de, o precisamente por, estos conceptos grandilocuentes, el ícono de jopo no sería completado. Las razones siguen siendo un misterio, pero sólo la foto de los carniceros llegó al sello discográfico. «No tenían las otras fotos -las claves para interpretarlo. Así que fue un desastre, y creo que molestó a mucha gente», se lamentó Whitaker en Mojo.

Cuando llegó el verano, el sello sintió la necesidad de lanzar un disco en adelanto de la gira norteamericana de los Beatles en agosto. Como el revolucionario Revolver todavía estaba lejos de estar terminado, improvisaron. Era una práctica común, en Capitol, sacar algunos temas de los discos británicos de los Beatles para crear discos «nuevos», exclusivos para el mercado de Estados Unidos. Tanto los Beatles como Capitol hacían mucho dinero con estos discos extra, pero a la banda le molestaba la interferencia artística.

Los temas de Yesterday and Today salieron de canciones extraídas de las versiones reducidas de Help! y Rubber Soul, rellenados con hits recientes y tres composiciones nuevas de Lennon grabadas para las sesiones de Revolver. Cuando los forzaron a darles una tapa, los Beatles rápidamente enviaron la foto de los carniceros. Aún hoy muchos fans insisten en que esto era una crítica acerca de cómo Capitol hacía una «carnicería» con sus discos americanos al alterar la secuencia de temas. Whitaker negó esto de manera categórica, diciendo que esto era «pura basura, un sinsentido absoluto».

Alan Livingston, el presidente del sello, se puso furioso cuando recibió la tapa propuesta en su escritorio. «La miré y pensé: ‘¿Qué demonios es esto? ¿Cómo puedo publicar esto?'», dijo en Mojo. «Se la mostré a nuestro gerente de ventas y otras personas y todos estaban perplejos.» Livingston hizo un llamado de emergencia a Londres y le rogó al grupo que reconsiderara su elección. «Mi contacto era sobre todo con Paul McCartney. Fue inflexible, y sentía firmemente que debíamos avanzar. Dijo: ‘Es nuestro comentario sobre la guerra'», recordó. Es algo debatible si ese significado era claro para alguien fuera de los propios Beatles, pero la tapa marca su primera protesta abierta del conflicto de Vietnam.

Si McCartney podía ser el vocero, Lennon se declaraba su instigador. «Yo diría que fui quien más impulsó [la tapa de los carniceros] para que saliera y se mantuviera. Yo hice fuerza para que fuera la tapa de un disco, para romper con nuestra imagen», recordó en 1974. La toma ya había sido utilizada sin incidentes en Inglaterra para promocionar el single «Paperback Writer», pero era obvio que la tapa de un disco atraería mayor escrutinio. «Ahí estábamos, supuestamente unos ángeles. Yo quería mostrar que éramos conscientes de la vida.»

Contra su propia convicción, Livingston ordenó que se produjera la tapa. Se imprimieron 750.000 discos, y supuestamente 60.000 fueron enviados a los medios y casas de venta, como adelanto para el lanzamiento del 15 de junio. Como era predecible, la mayoría rehuyó ante la tapa escabrosa. «Al poco tiempo ya nos decían que los vendedores no los querían ni tocar. No los ponían en sus bateas», dijo Livingston. Lennon, sin embargo, se mantuvo desafiante. «Es tan relevante como Vietnam», dijo durante una conferencia de prensa en la época. «Si el público puede aceptar algo tan cruel como la guerra, puede aceptar esta tapa.»

Capitol Records se encontró en la inevitable posición de quedarse con un disco que no podían vender o enojar a su estrella y cambiar el arte de tapa. Los Beatles pueden haberse opuesto, pero, para sorpresa de todos, recularon.

Brian Epstein, manager de la banda, se encontraba renegociando su contrato de distribución en Estados Unidos. Aunque hoy es difícil de creer, no llegaban ofertas de otros sellos. Algunas personas de la industria, entre ellas el magnate de Columbia Clive Davis, sentían que los Beatles ya habían alcanzado su pico, y no estaban dispuestas a alcanzar la cifra que pedía Epstein. En lugar de arriesgar negociaciones futuras con ejecutivos de Capitol, Epstein (quien aparentemente odiaba la foto) convenció a los Beatles de que la reemplazaran por otra -también de Whitaker- en la que la banda estaba reunida alrededor de un viejo baúl. «Pusieron esa foto horrible de nosotros ahí, igual de vagos, pero supuestamente un cuarteto despreocupado», se quejó Lennon una década más tarde.

El 14 de junio, Capitol lanzó una campaña de retirada enorme, llamada «Operativo Recuperación». Enviaron una carta a los vendedores y reseñistas en la que solicitaban que devolvieran las copias del disco de manera inmediata. «La tapa original, creada en Inglaterra, fue pensada como una sátira de ‘pop art'», explicaba Livingston en el mensaje. «Sin embargo, un muestreo de opinión pública en Estados Unidos indica que el diseño de portada está sujeto a malinterpretaciones.» La estrategia fue en gran medida exitosa, aunque algunas tiendas se adelantaron y vendieron el disco ilícito durante un único día.

Los trabajadores de las cuatro fábricas más importantes de Capitol trabajaron duro durante un fin de semana para poner los discos en las nuevas cubiertas. Según un comunicado interno, 50.000 tapas de «carniceros» fueron arrojadas en un basural, donde fueron cubiertas por capas de agua, mugre y basura. Algunas mentes más racionales encontraron, finalmente, una solución más eficiente, que era pegar las imágenes nuevas en los sobres ya existentes. Esto ahorró tiempo y dinero, y la versión inofensiva de Yesterday and Today llegó a las tiendas el 20 de junio de 1966, cinco días más tarde de lo programado. La controversia no disminuyó el ardor público por los Fab Four, y el disco llegó al Número Uno en los rankings de Billboard. Aún así, la retirada costó al sello más de 200 mil dólares, lo cual lo transformó, supuestemente, en el único disco de los Beatles en perder plata en Capitol.

Podrían haberse ahorrado el problema. Las noticias de la tapa pegada empezaron a circular de boca en boca en la prensa underground, y al poco tiempo se volvió obligatorio sacar la tapa del «baúl» para revelar la foto tabú que había abajo -una comunicación secreta de los Beatles a sus fieles. Este fruto prohibido era aún más jugoso por su escasez, y la mitología del disco creció aún más luego de la desaparición de la banda en 1970. «Se volvió un ítem de colección muy importante», recordó Ringo Starr en The Beatles Anthology. «Del cual, me temo, no tengo una copia, porque en esa época nunca pensé: ‘Mejor me guardo esto’.» Pero muchos sí se lo guardaron, iniciándose un mercado que sigue creciendo al día de hoy.

Los más buscados son los «primeros carniceros», las copias originales que no fueron devueltas. Los pegados, o los «carniceros de segundo grado», también son muy valiosos. Hay sitios web enteros dedicados a ofrecer pistas sobre cómo encontrarlos, cuánto valen, y cuál es la mejor forma de pelarlos para crear un «carnicero de tercer nivel». Es ridículo, pero el dinero no miente. En febrero de 2016, uno de «primer nivel» envuelto se vendió por la sorprendente cifra de 125 mil dólares. Incluso los modestos «carniceros de tercer nivel» se venden por miles.

El legado de la tapa de los «carniceros» va más allá del aspecto financiero. Whitaker logró su meta de humanizar a los Beatles con sus fotos surrealistas, pero quizás no como esperaba. Al aferrarse públicamente a la vanguardia y dejar que volara su costado más freak, la banda dejó atrás su rol como los niños dorados de los medios. Whitaker capturó este momento crucial en el que la diversión inocente se transformó en algo menos encantador: cuatro jóvenes rebeldes cuestionando el status quo y encontrando su voz como artistas arriesgados. La tapa puede ser oscura, fea, incluso grotesca -pero era real.

Por Jordan Runtagh


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