Copa Davis: Juan Martín Del Potro, el muchachito que busca el mejor final para su película

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Copa Davis: Juan Martín Del Potro, el muchachito que busca el mejor final para su película

Tenis

Cerca del fin de un año increíble, pasó del coqueteo con el retiro a la chance de ganar la Copa Davis.

El último entrenamiento. Del Potro le pega a la pelota bajo la mirada atenta de Orsanic. (Germán García Adrasti)

El último entrenamiento. Del Potro le pega a la pelota bajo la mirada atenta de Orsanic. (Germán García Adrasti)

Nunca se sabrá si se trata de un cúmulo de frases de compromiso, si el hombre fue construyendo un discurso y se fue sintiendo cómodo con ello o si de verdad expresa en un 100 por ciento lo que piensa y siente. Lo cierto es que Juan Martín Del Potro ofreció aquí entrevistas con los canales de televisión argentinos y croatas, con radios y agencias de noticias y con medios nacionales, como Clarín. Y nunca se salió de su postura, consistente básicamente en que ya es feliz por estar aquí más allá del resultado de la final, en que se vio tan afuera de todo que disfruta de cada momento y en que sólo hay un favorito para la serie que arrancará hoy: Croacia.

Y sin embargo.

No es que se sostenga que Del Potro mienta o que pretenda engañar a todo el mundo. El hombre creció y aprendió a los golpes porque coqueteó con el retiro. Pero es que son los hechos los que lo vienen desmintiendo. Afortunadamente para él. Declaraciones parecidas a las de esta semana en Zagreb viene entregando el protagonista a lo largo del año. Al principio no hubo más remedio que creerle. En febrero, en Delray Beach, por ejemplo, cuando volvió al circuito con toda la cautela del mundo y ganó tres partidos seguidos antes de perder en las semifinales ante Sam Querrey.

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Insistió con esa mezcla de felicidad, conformismo y sorpresa allá por junio en Stuttgart. Venía de vencer a Dominic Thiem (por entonces 14° en el mundo) en Madrid y pudo con Gilles Simon (18°) antes de que lo frenara Philipp Kohlschreiber en las semifinales. Se le creía, claro, pero sus rendimientos ya insinuaban otra cosa.

La vuelta definitiva a los primeros planos llegó en los Juegos Olímpicos. Y se desató la catarata de triunfos: la plata en Río de Janeiro, victorias sobre los cuatro primeros del ranking, el épico triunfo sobre Andy Murray en su propia casa, en Glasgow, el título en Estocolmo. Y la mesura de siempre en el análisis por más que interiormente supiera que lo peor había pasado y que la elite del tenis le había vuelto a hacer un lugar.

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Este Del Potro aferrado al valor de lo cotidiano es el que se instaló en Zagreb para liderar al equipo argentino. Llega con la experiencia amarga de dos finales perdidas en la Copa Davis aunque en el fondo sabe que son otras las circunstancias. No hay aquí batallas de egos (el suyo incluido) que lo compliquen todo, como en Mar del Plata 2008, ni un equipo rival enorme con dos jugadores a los que pocos les ganaban por aquellos días en polvo de ladrillo, como en Sevilla 2011. Sabe, aunque elija disfrutar el presente, que esta vez hay margen para ilusionarse y que es él mismo el gran responsable de que esa ilusión exista. Porque hay esta vez un equipo en serio, sí, y hay un grupo de jugadores (los que están aquí y los que jugaron cada serie este año) que aportó lo suyo para las tres victorias que trajeron a Argentina a esta ciudad. Pero Juan Martín Del Potro es el as de espada, la gran estrella y la gran esperanza. Basta observar a los rivales en el estadio Zagreb cuando está por finalizar la práctica argentina para verlos mirarlo de reojo, con cierto disimulo, como se mira hacer jueguito a un crack antes de un partido sin que se lo descubra. No sea cosa que se la crea.

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Cuentan sus compañeros de equipo que Delpo no suele hablar demasiado ni asumir todo el tiempo ese rol de líder que muchos le endilgan, aunque a veces lo hace en alguna charla gupal y la diferencia se nota. Cuesta asumir que ese jugador que propone un ejercicio en una práctica casi pidiendo permiso sea el mismo que este año desparramó a Wawrinka en Wimbledon, a Djokovic y a Nadal en Río de Janeiro, a Murray en Glasgow. Lo es.

¿Que nunca ganó un partido de single en una final de la Davis? Cierto. Feliciano López lo derrotó en Mar del Plata en cuatro sets y David Ferrer (en cinco) y Nadal (en cuatro) lo hicieron en Sevilla. ¿Que le falta para volver a ser lo que era? No hay dudas. Hoy hay tantos reveses planos como con slice en su repertorio y eso es un avance pero no un problema resuelto. Mientras tanto, Del Potro avanza y disfruta. Disfruta y sorprende. Un vendaval de saques y drives en la cancha; un joven medido y equilibrado al evaluar presente y futuro. Si esa combinación le da resultado, adelante. A lo mejor el domingo se lo escuche hablar de lo importante de poder jugar sin dolores.

Sereno y campeón.

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Source: Deportes

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