Veep, la parodia más salvaje de la Casa Blanca

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Cuando empezó Veep hace un par de años, Estados Unidos era un lugar más inocente, y Selina Meyer, la vicepresidenta malhablada de Julia Louis-Dreyfus ofrecía la sátira política más aguda que había dando vueltas. Pero después de cuatro maravillosas temporadas, Veep fue más allá de la sátira política, y eso es algo bueno, porque la locura de la historia política norteamericana pasó a ser, en sí misma, más satírica aún. La política real enloqueció más que cualquier cosa que un equipo de guionistas podría haber soñado. Ahora, hay algo casi reconfortante al ver a la presidenta Selina luchar para mantener su trabajo en medio de una elección y un recuento reñidos (eso es muy de hace 16 años). Pero lo que hace que Veep siga siendo tan fresca -tan áspera, tan deslumbrante, tan graciosa- es su tono incesantemente feroz. Esta es una Casa Blanca en la que «Sos tan tóxico como una tableta de un urinario en Chernobyl» puede pasar por un saludo amistoso.

Cada temporada de Veep fue más salvaje que la anterior, pero la del año pasado batió todos los récords: se convirtió en una de las temporadas más perfectas que cualquier sitcom haya tenido, y que culminó con el virtuoso episodio «Testimony», una media hora sólida de gente desagradable mintiendo bajo juramento. El creador Armando Iannucci se despidió con un episodio sobre una noche de elecciones plagado de suspenso, dejando los resultados en el aire. Pero incluso sin Iannucci, Veep avanza con el mismo veneno, como cuando Selina ofrece su propio estilo de liderazgo decisivo. Se especializa «en las tres efes: fuerza, firmeza y mierda».

Hay una agradable cara nueva en su Casa Blanca: John Slattery, de Mad Men, en el papel de un depravado de las finanzas que entra y sale de la cama de Selina con el duro encanto que caracterizaba a Roger Sterling, mientras Selina tiene que esquivar las maniobras astutas de su contrincante, interpretado de manera brillante por Hugh Laurie. En su tiempo libre, dirige el país, desplegando sus sofisticadas ideas de política exterior («Si la vida te da Yemen, hacé una Yemenada»). No hay ningún ser humano medianamente agradable ni de cerca en esta Casa Blanca. Es un lugar en el que podés entrar en una habitación y que te digan: «Sos tan bienvenido como una mierda con forma de esvástica en una sinagoga». El nervio que toca Veep es la feroz hostilidad en el centro de nuestro sistema político. Así que brindemos por cuatro años más de la Presidenta Selina: haciendo que Estados Unidos siga siendo detestable.

Por Rob Sheffield


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