Pablo Aimar, en la Selección. Acomoda la pelota para patear un tiro libre. Lionel Messi se le acerca. Fue por las Eliminatorias para Sudáfrica 2010. EFE
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La pasión por el fútbol no deja de sorprenderme. Siempre me llamó la atención. También la cantidad de información que produce constantemente. Lo vivía así como jugador y también hoy que lo miro desde otra óptica. Es un reflejo el debate acalorado sobre el formato del Mundial: ¿32, 40 o 48 equipos? Cada uno expresa su opinión, a veces con una pasión tal que parece que estamos hablando de una de las cuestiones más cruciales para el futuro de la humanidad.
Me sorprende que algunos digan que no hay que cambiar nada y que el formato actual del Mundial es perfecto. Yo recuerdo que cuando era chico, hace unos 25 años, en los Mundiales sólo había 24 países y los mejores terceros se clasificaban en la fase de grupos. Eso fue cambiando y subió a 32. Evolucionar no es tan grave. Y más si hablamos del cambio de formato que se introduciría a partir de 2026.
Dentro de 10 años, ¿quién sabe cuál será el estado del fútbol en el mundo? A veces, da la impresión que algunos quieren guardar lo mejor para ellos mismos. Hay que tener confianza en el desarrollo futuro de nuestro deporte.
Respeto a quienes dicen que la propuesta es puramente política, pero creo que si bien fue un argumento electoral la idea de aumentar los equipos en el Mundial, también Gianni Infantino explicó otras razones que son deportivas.
Hoy, con este sistema de clasificación, muchos equipos importantes quedan afuera y tal vez son mejores que otros clasificados de otras confederaciones. Aunque siempre los Mundiales serán apasionantes, estaría bueno que participe la mayor cantidad de selecciones grandes.
Yo jugué un año en el campeonato de Malasia. Allá todos son locos por el fútbol, pero no creen mucho en su seleccionado nacional. Si tuvieran una posibilidad real de clasificarse para un Mundial, estoy convencido de que todavía serían más apasionados. Con un Mundial con más selecciones obviamente tendrían más chances.
En Argentina parece obvio ir al Mundial, pero en muchos países sólo clasificarse generaría un sentimiento de orgullo, de felicidad y se armarían fiestas tremendas. Eso seguro impactaría en el desarrollo del fútbol en ese país. Además, es lindo el intercambio entre distintas culturas.
Por supuesto que sería ridículo que la elección de las plazas nuevas por cubrir se hiciera por criterios políticos y no deportivos. Ese punto la FIFA deberá explicarlo mejor. Después, yo me pregunto: ¿qué le gusta más a la gente y qué es más apasionante: un serie de eliminación directa o algunos partidos de fase de grupo que se hacen aburridísimos? Yo lo viví y lo sé: el espíritu de un Mundial más que nada está en esos partidos que definen todo y donde todo es posible. Ahí la política no puede hacer nada.
Source: Deportes
