A los 45 años, Humberto Cristian Aldana recibirá al 2017 en el penal bonaerense de Marcos Paz, donde pidió una celda individual para su resguardo físico. El líder de El Otro Yo está detenido desde el jueves 22, imputado por los delitos de abuso sexual gravemente ultrajante y corrupción de menores en siete oportunidades. Por estas horas, el juez de instrucción Roberto Ponce evalúa procesarlo.
Ponce había sido especialmente duro al negarle la excarcelación: «Sabiendo de su condición de ídolo musical de las víctimas menores de edad y, en aprovechamiento de la adoración que éstas le dispensaban, como así también de su inmadurez sexual, las forzó a mantener relaciones sexuales con él en forma violenta e intempestiva».
La primera en denunciarlo, en mayo pasado, fue Carolina Luján, que comenzó su noviazgo con Aldana cuando ella tenía 14 años, y él 33. Un mes antes de su denuncia se había viralizado el video de Mailén Frías, abusada por José Miguel Del Pópolo, del grupo indie La Ola Que Quería Ser Chau. El caso animó a otras víctimas y comenzó a romperse un silencio histórico alrededor del tema en la escena del rock. Después de esos pasos al frente, otras mujeres se contactaron por las redes sociales y sumaron sus voces en dos páginas: Víctimas de Cristian Aldana y No nos callamos más.
En la Unidad Fiscal Especializada en Violencia contra las Mujeres, los testimonios empezaron a perfilar un modus operandi. «Todas eran chiquitas, todas eran fans. La mayoría habían sido abusadas cuando la sexualidad se está conformando y les parecía que lo que pasaba era natural», dice su titular, Mariela Labozzetta. «Los engaños partían de un juego muy perverso, con entres que buscaban justificar las relaciones como actos de rebeldía, prácticas anti-sistema o el acceso a fiestas importantes», agrega una fuente de la Procuración General de la Nación. «Suponían que iban a estar solas con Aldana, pero terminaban en situaciones con muchas otras chicas».
Felicitas Marafioti conoció al músico por dos chats de El Otro Yo. «Te preguntaba la edad y si eras virgen», le contó a la revista Cítrica. «Te hacía creer que debías ser desvirgada por él y nos hacía sentir las elegidas», agregó Charlie Di Palma, que asegura que Aldana la violó y le pegó. También dicen que hay más testimonios que avalan las denuncias dentro y fuera del país.
Después de revisar las pericias psicológicas, Ponce planteó que las presuntas víctimas «han presentado indicadores de trauma complejo» y «trastorno por estrés pos traumático extremo». Malena Derdoy, a cargo de la Dirección General de Acompañamiento, Orientación y Protección a las Víctimas, aporta un dato clave: entre un episodio de violencia de género y la denuncia suelen transcurrir de 9 a 11 años. «Este es un caso exitoso, que prosperó», advierte Labozzetta. «Muestra a mujeres fuertes que decidieron juntarse, animarse y tomar el poder».
El destino de Aldana se define en el quinto piso del Palacio de Tribunales. «Uno se curte trabajando acá, pero estos comportamientos son delicados: eran todas menores», insiste un funcionario del juzgado 17. «Las denuncias tienen verosimilitud». Hay dos pericias en marcha sobre Aldana: «Una psíquica, para determinar si presenta una estructura compatible con los hechos, y otra física, para detectar enfermedades de transmisión sexual» (Carolina Luján denunció que el cantante le contagió hepatitis B a los 14 años).
Con el presente judicializado y el futuro entre paréntesis, la banda había iniciado su contraataque. Además de denunciar a Luján -por instigación a la violencia, alteración del orden público, amenazas de muerte y coacción- y a los usuarios de Facebook «que quieren boicotear nuestros shows», Aldana se mostró el 20 de mayo, en medio de una marcha contra los abusos en el rock. Vestido de monja y apoyado por su pareja Guillermina Bolig, cantó que «el amor disipa el odio» y respondió con el neologismo «feminazis» a quienes lo acusaban de violador, en una performance que resultó una provocación.
Después se refugió en Facebook. «Soy inocente de lo que se me acusa», posteó el 4 de octubre. «Jamás violé ni golpeé absolutamente a nadie». El 25 de noviembre se quejó de que «se perdió la palabra, se perdieron los códigos» y a los veinte días lo respaldó su hermana María Fernanda: «Me siento como en la dictadura, nos quieren censurar. Volvió el fascismo, volvió el Ku Klux Klan». Este martes 27 el grupo seguía confiando en la Justicia, «en la divina y en la de la Tierra».
ROLLING STONE intentó contactar a El Otro Yo durante toda la semana, pero los músicos siguen conmocionados e indignados con la prensa, que «está bramando y manejando la opinión pública más que nunca».
Pablo Corso
Source: Musica