Daniel Brailovsky en su tarea de comentarista para la cadena Fox. Me encanta, digo lo que pienso y creo que algo sé de esto, cuenta. (Lorena Lucca)
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El periodista podría quedarse con cualquiera de estos detalles, pero sería la mitad de la historia. Es cierto que se puso la camiseta de Uruguay a los 19 años para jugar el torneo de Toulón y que no estuvo lejos de calzarse la de Argentina para el Mundial 82. También que Bora Milutinovic casi lo incluye en el plantel de México para el del 86 y que mostró su gambeta endiablada en la selección de Israel. Un mismo jugador, tres selecciones nacionales y casi en una cuarta. No es común. Pero está dicho, hay mucho más.
Alberto Daniel Brailovsky (Daniel o el Ruso, porque el Alberto quedó olvidado en el documento) es el protagonista de estas aventuras. Hoy vive en México, de donde huyó más de treinta años atrás. Se dedica al periodismo desde hace cinco años, primero en ESPN y ahora en Fox. Analiza el fútbol con conocimiento y picardía. Y rompiendo la cronología que después sí respetaremos, arrancamos por el presente. Dice el Ruso:“Los argentinos creemos que sabemos todo y no nos damos cuenta que podemos aprender en otros lados, como México. Acá se juega muy rápido, se participa de muchas copas internacionales… Y hay técnicos muy capaces, entre ellos, los argentinos. Mohamed es un ganador nato, tiene todo: entendimiento, convencimiento, chispa. Para mí es el futuro candidato para la Selección Argentina. Otro es Almeyda. En poco tiempo demostró tener mucha capacidad en Chivas. Cualquiera de los dos puede dirigir a la Selección”. A la distancia, ¿cómo ve Brailovsky al fútbol argentino? “Se hizo más de lucha, de trabar. Y se emparejó mucho. En una época se veía más fútbol”.
Enseguida la charla viaja hacia las increíbles historias de este ex delantero que hoy tiene 58 años y mucho para contar. Así empieza.
“Llegué a Uruguay y se jugaba un torneo Esperanzas de Toulón. Me citaron y se pidió a autorización a la FIFA para que jugara aun con pasaporte argentino. Yo jugaba en Hacoaj y me había ido a probar a varios clubes, Boca, Tigre, Chacarita, pero mi viejo, Jacobo, no estaba de acuerdo con que jugara al fútbol. Hasta que un tío mío que vivía en Uruguay insistió y me consiguió una prueba en Peñarol. Fue muy loco, yo no había cumplido 17 años y el día que fuimos llovía muchísimo. Era la semana previa a un clásico con Nacional y había periodistas en el entrenamiento. El técnico, Roque Máspoli, no quería saber nada con probarme, pero lo convencieron. Me pusieron al final para los suplentes, hice tres goles y cuando salí tenía a todos los periodistas encima preguntándome de dónde había salido. Mi viejo se enojó, me llevó de vuelta a Buenos Aires y dijo: ‘Si te quieren que te vengan a buscar’. Estuvieron negociando dos meses y al final fui. Jugué con muchos monstruos: Mazurkiewicz, Morena, Rubén Paz, Julio César Jiménez, Venancio Ramos… Debuté en la Copa Libertadores. Fueron casi dos años y medio, hasta que llegó Dino Sani, que no quería a los jovencitos. Me volvi y estuve un año parado. Ahí apareció All Boys”.
La aventura con la camiseta Celeste duró tres partidos, en mayo de 1978: 0-0 con Irán, 1-2 ante Holanda (gol suyo) y 0-2 frente a Hungria. Uruguay quedó tercero en su zona y eliminado. Al tiempo empezó la carrera profesional en Argentina. Y aparece en escena Héctor Veira, que dirigía a All Boys junto a José Manuel Ramos Delgado. “El Bambino me agarró después de un entrenamiento y me dijo: ‘Nene, usted es más que Maradona’. ¿Dónde hay que firmar? Pregunté yo”.
«Con Bochini el equivocado fui yo»
Después de varios goles a los grandes llegó el salto, el interés de Boca y de River y el consejo de Julio Grondona: “Mejor Independiente”. “Fue corto, pero muy intenso”, cuenta el Ruso de su paso por el Rojo. El nivel que mostró lo llevó a la Selección de Menotti durante 1981, en tres amistosos contra combinados del Interior (le hizo un gol al de Santa Fe) y una mini gira por Europa, contra Valencia, Hércules y Fiorentina, en los tres partidos ingresó en el segundo tiempo. “No vivo de recuerdos, pero este sí lo guardo, porque jugué con Kempes, Passarella y Gallego. Prácticamente era el hijo de ellos, que me aconsejaron dentro y fuera de la cancha. Era el equipo campeón del mundo con el agregado de Diego y el mío”. Y de Ramón Díaz, también. En esos días de preparación para el Mundial de España 82 el periodismo debatía sobre quién debería jugar de nueve: ¿el Ruso Brailovsky o el Pelado Díaz? Menotti eligió al riojano.
De esa época queda también el recuerdo de sus peleas con Bochini (ver aparte). Pero prometimos más, y hay más. Porque entonces aparece México en su vida, algo así como su lugar en el mundo hoy (“Digamos que sí, me hacen sentir que nacimos acá”), aunque con una huída de película en el medio. La historia empezó como una fiesta, con tres títulos seguidos, idolatría y esa idea de Bora Milutinovic, técnico de la selección azteca, de sumarlo al equipo que sería local en el Mundial.
Pero en 1985 hubo un terremoto, el más violento en la historia del país. “Mi mujer estaba sola en nuestro departamento, embarazada de casi ocho meses y con mi hija de menos de dos años. Yo estaba concentrado y aunque mi habitación se partió en dos, seguí durmiendo, ni me di cuenta. Después nos aterramos. Decidimos irnos y me escapé. Me puse de acuerdo con un piloto amigo y nos fuimos sin avisarle a nadie. La gente del América, con justa razón, se lo tomó muy mal, llevó el tema a la FIFA y me dieron dos años de suspensión. Estuve un año sin jugar, después los dirigentes se calmaron, vinieron a Argentina a buscar jugadores, nos amigamos y me bajaron la sanción. Tuve varias ofertas de equipos grandes argentinos, pero los mexicanos sólo aceptaron que me fuera a Israel”.
Entre 1986 y 1988 jugó en Maccabi Haifa y enseguida fue convocado para jugar en la selección. No tuvo impedimentos legales, ya que su primer pasaporte fue israelí, Daniel había vivido allí con su familia entre los tres y los seis años. Jugó 18 partidos y convirtió tres goles con la selección de Israel, entre ellos la eliminatoria para los Juegos Olímpicos de Seúl:“No clasificamos por diferencia de un gol”, cuenta.
Después, por esos caprichos del destino, apareció otra vez Boca en el camino. “Yo recién había dejado de jugar en Israel. Dejé a los 28 años y jugué un año fútbol de salón. Entonces se acercaron Alegre y Heller, pero mi pase pertenecía al Maccabi Haifa y pedían demasiada guita. Las negociaciones se demoraron y me cansé. Tenía toda la ropa de Boca en casa, la de entrenamiento y el traje, para ir a la pretemporada en Cuba…” Luego llega la etapa de técnico. “En 1996 me llamaron para jugar y dirigir al Maccabi Kfar Kanna, un equipo árabe, en Israel, camino a Nazareth. Llevaba siete años sin hacer nada en el fútbol, dejé de fumar, pero no jugué muchos partidos. Ascendimos y fue una de las mejores experiencias que viví, un año maravilloso. Tratamos de darle a entender al mundo que se puede estar juntos.Ibamos a jugar a territorio israelí y como estaba yo no había puteadas. Ibamos a jugar a territorio árabe, y como la mayoría era musulmana, no pasaba nada”. Como entrenador trabajó en Israel y en México (con Necaxa perdió la polémica final de la Sudamericana 2007), pero no tuvo más continuidad. “Soy un bicho raro, no es que no me haya gustado, pero no quise entrar en negocios raros y me corrieron… Me pagaron una patada en el orto”.
El recorrido termina en un micrófono. Hoy el Ruso analiza fútbol mexicano e internacional. “Me encanta, la paso bien. Digo lo que pienso. Hoy a mi edad quiero eso: pasarla bien”. Y en eso está, con el fútbol a mano
Source: Deportes