Ariel Mangiantini, de goleador a ajedrecista
Historia de vida
El ex delantero de Temperley, Defensores Unidos, Ferro y Fénix, entre otros, es un apasionado de los trebejos y ganó un torneo regional. «Soy táctico, agresivo y siempre voy al frente. Imaginate que por algo era delantero», le confiesa a Clarín el autor de 197 tantos en su carrera.
Ariel Mangiantini, frente al tablero.
Fueron 197 los goles que lo unieron con las redes. Pero hoy su pasión por el fútbol quedó a un lado, para focalizarse en un tablero con 32 piezas. Es que Ariel Mangiantini, uno de los últimos wings derechos que vio el Ascenso, ya no hace diagonales sobre el césped. Ahora las hace con el alfil, sin importar si es el de casillas blancas o el que surca las negras. Lejos de las canchas como futbolista, sacó provecho de su pasión por el ajedrez y fue campeón de un torneo regional que une Capilla del Señor, Lima, Zárate y Campana.
«A un ajedrecista, lo que estudia le sirve para toda su vida. Si sabés jugar prolijo, no necesitás saber lo último -explica Ariel-. En una partida, vos podés tomar atajos y no entrar en complicaciones teóricas para llegar al mediojuego. Se estudia la apertura y en el mediojuego está el talento de cada uno. Hay jugadores tácticos o estratégicos. Yo soy táctico, agresivo y siempre voy al frente. Imaginate que por algo era delantero«.
No puede dejar de hacer un paralelismo entre el fútbol y el ajedrez. Al cabo, se sacaba las ganas de jugar con las piezas en las concentraciones. «Cuando estuve en Ferro, jugaba con el médico, que era el único que sabía mover las piezas», recuerda Mangiantini, quien aprendió las primeras movidas con el abuelo de un amigo de la infancia. Y los torneos intercolegiales lo motivaron.
«Así que como en el fútbol era muy vago para escuchar a los entrenadores y sólo quería jugar a la pelotita, con el ajedrez me pasó lo mismo: no quería estudiar sino sólo jugar. Pero después me di cuenta de que era necesario», dice Ariel, que ganó un torneo rápido en José Ingenieros.
«El ajedrez es el arte de calcular. Es difícil de explicárselo al que no entiende. La sensación de jugar una buena partida es como la que tiene un científico que busca una fórmula y la encuentra«, explica el ex delantero que pasó por Fénix, Ferro, Temperley y Defensores Unidos, el club de sus amores.
«Ganar una partida de ajedrez me genera un cosquilleo que no se siente con muchas cosas», cuenta, al tiempo que reconoce que lo embarga una adrenalina impresionante y que cuando quiere analizar las partidas luego de jugarlas, se le quiebra la voz. En cambio, en el fútbol descargaba todas las tensiones que en el ajedrez no puede, porque juega sentado y en silencio, esperando la movida de su rival.
En el fútbol tuvo recompensas que el ajedrez no le da, como tener un contrato mejor, salir en los diarios o saber que sus familiares estaban detrás de una radio chiquita escuchando sus partidos. «El fútbol es otra pasión y te da la chance de estar al borde de ser millonario y muy famoso. Yo terminé con 197 goles y ahora miro las carreras de los pibes y no sé quién debe llegar a 100. Es muy loco no haber sido de los jugadores hiperconocidos. Me quedó esa cuota pendiente», admite.
Las diferencias con el ajedrez son notorias cuando de ingresos económicos se trata. «Cuando jugué en el exterior, todos eran millonarios y a vos la plata te pasaba por la nariz. Ahí te das cuenta lo inmenso que es el fútbol y las pocas posibilidades que esto te pase en el ajedrez -asegura-. En Argentina, viven bien 5 o 10 ajedrecistas y los demás somos todos participantes que simplemente jugamos, pero que nunca vamos a poder vivir de esto«.
Mangiantini reconoce que el ajedrez lo benefició para ser un futbolista pensante y lo ayudó a encontrar la tranquilidad en momentos de tensión. En junio disfrutó del noveno puesto en el Abierto Internacional de Ajedrez IRT en Cariló, donde sumó 4,5 puntos en 7 ruedas. Con Mikhail Tal como ídolo, el nacido en Zárate se dio el gusto de enfrentar en algún torneo en el Club Argentino a Federico Pérez Ponsa, Pablo Ricardi y Luis Bronstein.
Gracias a su presente en el ajedrez, la Municipalidad de Zárate le ofreció armar escuelitas en la zona. Claro que Mangiantini no quiere alejarse del fútbol. Con el título de director técnico en las manos, recibió ofertas para dirigir infantiles en Cruz Azul y en Monterrey, y también lo llamaron Temperley y Tristán Suárez. Y hasta Defensores Unidos lo tentó para volver a ponerse los cortos. Allí empezó a los 5 años, la misma edad a la que comenzó a mover las piezas. Los años pueden pasar, pero las pasiones son eternas.
Por Melanie Kaczka
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Source: Deportes