El periodista deportivo estadounidense, Paul Daugherty, conmovió a miles de personas con una carta que difundió a través del portal sobre historias humanas, The Mighty.
El texto está dedicado a su hija Jillian, que tiene Síndrome de Down y que se casó con el amor de su vida luego de estar 10 años de novia.
Daugherty había escrito, también en honor a su hija, el libro An Uncomplicated Life («Una vida sin complicaciones»), en el que cuenta cómo crió a Jillian.
Ésta es la carta, traducida por Página 7:
Querida Jillian, es la tarde de tu boda, el 27 de junio del 2015. En dos horas, darás la caminata de una vida entera Un paseo que se vuelve más memorable por lo que es has logrado para llegar a este día. No sé cuáles son las probabilidades de que una mujer que nació con Síndrome de Down se case con el amor de su vida. Sólo sé que las superaste.
Estás escaleras arriba, haciendo los preparativos finales con tu madre y damas de honor. Tu pelo está atado sobre tu delgado cuello. Tu vestido lleno de joyas –»mi brillo», lo llamaste– atrae cada destello del sol al atardecer atravesando la ventana. Tu maquillaje –ese lápiz de labios rojo– me muestra cómo ha crecido tu belleza desde el día en que naciste. Tu sonrisa está floreciendo y es permanente.
Estoy afuera, bajo la ventana, mirándote. Vivimos para momentos como éste, cuando las esperanzas y los sueños se interceptan en un dulce punto en el tiempo. Cuando todo lo que siempre imaginamos llega y obtiene esa perfecta claridad. La bendición es posible. Lo sé ahora, parado bajo esa ventana.
¿Recuerdas todas las cosas que dijeron que nunca harías, Jills? Que nunca te subirías a una bicicleta o jugarías deportes. Que no irías a la universidad ni mucho menos que te casarías. Ahora… mírate. Eres la persona más amable que conozco. Alguien capaz de vivir una vida de empatía y simpatía, sin segundas intenciones ni engaños, es alguien que siempre hemos querido conocer. Trabajé por ti, por la persona que eres.
Te veo ahora. El trabajo de preparación está listo, las ventanas se abren. Mi pequeña niña, toda de blanco, cruzando el límite de otro sueño conquistado. Me paro sin respiración y paralizado, absolutamente en el momento.
«Te ves hermosa», es lo mejor que puedo hacer. Jillian me agradece, «siempre seré tu pequeña niña», me dice. «Sí, lo serás», lo logro. Tiempo de partir, digo. Tenemos una caminata que hacer.