Cosquín 2015: Coki, Los Tekis y cerró con «la peña» de los Copla

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Notables postales nos sigue regalando este Cosquín 2015, como la que se vivió en el cierre de la cuarta luna con el Dúo Coplanacu. Hace rato que los Copla no vivían una noche así en el escenario mayor del festival y la verdad es que se lo merecían.

Ya pasadas las 3 de la madrugada, Julio (Paz) y Roberto (Cantos) arremetieron con el zambón Agitando pañuelos y a partir de allí no pudieron detener su secuencia de chacareras, gatos y escondidos porque el público (bastante numeroso por cierto para esa hora) literalmente no los dejó, tuviendo que agregar hasta cinco temas más de los estipulados. Los pasillos de la plaza se transformaron en una verdadera pista de baile, reviviendo el espíritu de la legendaria peña que el dúo santiagueño propuso tantos años durante el festival y de dónde además surgieron varias de las figuras que más tarde se terminaron consagrando sobre el Atahualpa Yupanqui.

Fiesta asegurada y desconcertante. Un par de horas antes, una plaza que lució el mejor marco en lo que va de esta edición (casi un 70 por ciento de ocupación) había delirado una vez más con Los Tekis, quienes a 20 años de su consagración y a pesar de estar presentando un disco que muestra su costado más profundo (Hijos de la tierra), optaron por la fórmula tan conocida como eficaz: la del gran despliegue visual, en este caso compuesto por el reiterado recurso del fuego, los papelitos y la novedad de unas estructuras colgantes que le aportaron aún más brillo al escenario. Fue desconcertante ver el contraste de pasar de cantarle a la Pachamama a un tinku con arreglos tropicales y las muy poco logradas y hasta groseras versiones del ese experimento fallido (en lo musical claro, ya que comercialmente fue un éxito) llamado Rock and Tekis. Eso sí, su público ya las festeja como grandes clásicos.

Dos imágenes curiosas: la primera fue el grupo de bomberos con un matafuegos gigante al lado del escenario, dispuestos por si algo fallaba en medio de la fiesta, la que evidentemente no fue interpretada por una parte de la enorme cantidad de policías apostados delante del escenario, que le pedían a la gente que se mantuviera sentada en sus asientos. Por supuesto que no lograron su cometido y se dieron rápidamente por vencidos ante semejante quimera. Casi en el cierre, el público deliró con el popurrí de El himno del cucumelo y Yo tomo. La pregunta que quedó flotando en el aire es: ¿Sabrán todos realmente lo que es el cucumelo y los efectos que produce?

Coki pasó la prueba
En la previa de esta cuarta luna, una de las incógnitas era saber como funcionaría el show de Coki Ramírez junto a la Orquesta Filarmónica en otro de los segmentos especialmente preparados para el festival. Y la verdad es que la cordobesa que coqueteó con Ti­nelli en la tele superó la prueba y demostró ser una cantante que puede adaptarse a las circunstancias, con un repertorio que giró entre autores folklóricos como Víctor Heredia (Razón de vivir) y Peteco Carabajal (Como pájaros en el aire) y boleros clásicos, pero con el amor como eje dominante.

El público la recibió tímidamente, hasta con un poco de indiferencia, y terminó aplaudiéndola, dando el visto bueno a una propuesta tan cuestionada en un principio. Es cierto que Coki estuvo muy discreta, con un vestido largo rojo furioso y con una rosa blanca en la mano que luego le ofrendó a la plaza. Lo suyo fue el canto, algún movimiento con su vestido, el saludo cordial y el agradecimiento de rigor. Sólo rompió la sobriedad con un pequeño grito, el saludo a un fan y para contar la noticia que en los próximos días estará visitando al papa Francisco.

Los aires románticos habían comenzado con Los Guaraníes, en contraste al arranque a puro chamamé de un referente del género como Antonio Tarragó Ros, quien hizo un culto al sapucay mostrando que no es sólo la arenga (“también es llanto”, dijo) y homenajeó al Gauchito Gil y a los hermanos paraguayos.

En carrera por la consagración. Para descatar fue lo de Emiliano Zerbini, quien repasó parte de su reciente disco titulado Danzas Folklóricas Argentinas,imprescindible para cualquier bailarín o para enseñar en las escuelas y academias. Además le cantó a la resistencia de Famatina, ofrendó su visión de la chaya y se anotó unos porotos en la carrera por la Consagración, que por ahora también tiene a La Callejera y a Paola Bernal.

Lo rescatable y lo olvidable. Del resto de la grilla, pulgares arriba para la cautivante voz de Micaela Chauque en la Delegración de Salta y el psicodélico violín de Néstor Garnica. Pulgares abajo para Miguel Ángel Cherutti y sus trilladas imitaciones. Incluso, el humorista tuvo que lidiar con evidentes problemas de sonido pero no fue el único, ya que en lo que respecta al audio fue el día más flojo de la presente edición, fallando y acoplando en reiteradas ocasiones. A mejor muchachos.

En boleterías
La cuarta luna finalmente fue la más taquillera en lo que va del festival con poco más de 6.000 entradas. Según información oficial, el lunes se vendieron unas 5.000. Lo del fin de semana fue mucho más discreto: 3.000 el sábado y algo más de mil el domingo, números muy por debajo de las expectativas, que preocupan a los organizadores.

Más allá de lo que sucede en la Próspero Molina, Cosquín tam­bién vive de día. La crecida del río y la jornada nublada ale­jaron a la muchedumbre de las orillas y la llevó desde temprano a la San Martín, entre humoristas o músicos callejeros. Otros tantos se acercaron a la Plaza de los Artesanos, siguiendo la frase «Mi corazón no late, repica» que indentifica a los Bombos Paz, el emprendimiento familar de luthería que arrancó el legendario Mario Paz hace casi 50 años en Santiago del Estero y cuyo legado continúan sus hijos, convertiéndolo en un verdadero símbolo de nuestro folklore, que se refleja en el libro allí presentado. Esos son los bombos que suenan en las manos de músicos con gran trayectoria y también de los que llevan su arte de manera más subterránea. Todo bombisto que se precie de tal, ansía tener un Paz.

 

Fuente: La Voz del Interior

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