Cosquín Rock cerró un fin de semana a puro récord

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Según sus organizadores, el festival convocó a 110 mil personas. La jornada de ayer dejó posteales y posturas de todo tipo. La sensación general: se vive una plenitud de cara a los 20 años.

Anoche, Cosquín Rock cerraba una edición potente no sólo en lo artístico sino también en cuestiones relacionadas a la taquilla. Efectivamente, con una jornada que volvió a entregar diversidad estética y signos alentadores a un año de cumplir dos décadas, el festival serrano redondeó las 110 mil personas de asistencia, según datos de la organización.

Ayer, Eruca Sativa pisó el escenario norte con el intenso calor de la tarde haciéndose sentir. Eran apenas las 17, pero una concurrencia histórica ya se hacía prever.

A metros de allí, el hangar metalero era un hervidero de gente. Manos y celulares en alto mostraban que la propuesta diversa de la grilla encaja cada vez mejor en un evento que hace gala de la convivencia de estilos y públicos.

Pero el headbanging no es sólo potestad del heavy, y el trío cordobés formado por Lula Bertoldi, Gabriel Pedernera y Brenda Martin lo corroboró con un set que merece horario más nocturno.

“Nosotros estamos hoy parados acá gracias a la lucha de miles de mujeres que la remaron durante años”, dijo Martín al promediar Armas gemelas, pidiendo por más presencia femenina en las grillas festivaleras. Quizás, la mayor cuenta pendiente de un Cosquín Rock que ha sabido actualizarse de cara a su aniversario número 20.

Luego de Abrepuertas, La Bruja Salguero completó lo iniciado en la Plaza Próspero Molina días atrás y se sumó a la prédica de Martin. “Abran las tranqueras, señores, que vienen las mujeres”, dijo la riojana. Amor ausente fue la canción elegida para este encuentro, que fue dedicada a Mercedes Sosa. En apenas 40 minutos el trío volvió a demostrar que juega en las grandes ligas. Y cuando sumó las rimas de Kris Alaniz también sintonizó en tiempo presente.

Nuevas olas

Mientras la amenaza de tormenta se dispersaba, la carpa del Alternativo Naranja esperaba, repleta, por Wos, uno de los mayores referentes del nuevo hip hop nacional. Los gritos de “dale campeón” (por su título en la última Batalla de Gallos de Red Bull) precedieron la salida del joven artista, que dio cátedra de rima y flow.

Acompañado por una banda de lujo (Guille Salort en batería, Fran Azorai en el teclado, y Ca7riel en la guitarra), el rapero mostró que su talento se potencia al lado de músicos que entienden con el cuerpo un concepto tan difícil de asimilar como el de groove.

Acru, presente el sábado en el mismo escenario, se sumó a uno de los momentos más especiales del show: el de la improvisación. Las pantallas de los smartphones y los alaridos ante cada remate de multiplicaron. Las manos arriba y abajo siguiendo la cadencia californiana de la banda resumieron el sentimiento general dentro de la carpa.

Wos es un maestro de ceremonia que entiende a la perfección el balance entre momentos de alto impacto y otros de aparente calma, sobre todo si es secundado en intensidad en pleno freestyle furioso. Mientras menos certezas parece tener, más suelto se muestra. El cierre con Púrpura dejó la promesa de una próxima (y necesaria) parada en Córdoba.

Los mismos de siempre

Mientras Carajo celebraba la rareza de la falta de lluvia en el fin de semana del festival, Ojos Locos bancaba los trapos en el otro extremo del predio. Una inmensa mayoría peregrinaba para ver a Don Osvaldo y el recorrido resultaba cada vez más trabado.

Con 40 minutos de retraso y luego de dos canciones, Patricio Fontanet saludó a los fieles, ironizó sobre su calzado (”este es el Cosquín Croc”) y celebró a la “República de Córdoba”. “Un aplauso para los cordobeses que siempre nos reciben, hace mucho que no estábamos acá”, agregó antes de seguir con la catarata de himnos suburbanos que sonaron en el atardecer punillense.

La presencia de Hugo Lobo de invitado anticipó el cierre del escenario sur de la mano de la música de tradición jamaiquina. Nonpalidece, Zona Ganjah y Dancing Mood (liderados por el propio Lobo) garantizaban ritmos sincopados y danza relajada.

Pero antes, y luego del show más multitudinario de esta edición a cargo de Fontanet y los suyos, el plato fuerte del escenario sur se sirvió a minutos de las 21. Ciro y Los Persas pusieron toda la carne al asador (elefante gigante inflable incluido) y mostraron por qué son la banda mainstream más ajustada del rock argentino.

Entre clásicos piojos y perlas de la discografía persa, sonaron a modo de cancionero popular Desde lejos no se veMe gusta¡Juira!Tan solo (con Micky Rodríguez), Ruleta y Antes y después.

“Acá estamos, en el país de los infinitos comienzos”, sintetizó Martínez antes tocar Prometeo, que resumió el espíritu colectivo de un Cosquín Rock que se mostró más vivo que nunca. El público, el mayor responsable de ese “aguante todo” que sirvió como leitmotiv de la decimonovena edición. Todo servido en bandeja para un nuevo festejo redondo en febrero de 2020.

Ya entrado el lunes, mientras Ska-P mostraba su cóctel de punk, ska y compromiso social traducido en reivindicaciones varias, el cansancio en gran parte de los asistentes era palpable. Los españoles tocaron como si no hubiera mañana y dejaron atrás cualquier especulación respecto a su estado como banda.

En la carpa del Alternativo Naranja, Indios volvía a hacer valer su localía en Cosquín. Aunque la reina de la noche haya sido Miss Bolivia, que con su sound-system cumbiero hizo explotar el espacio un rato antes y volvió a poner en discusión aquello que resuena cada vez más: ¿para cuándo mujeres en los lugares centrales de la grilla?

FUENTE: La Voz del Interior

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